El Último Reducto (Epílogo de Némesis y extracto de Non) 2004
Ya
amanece y pronto pasará otra terrible noche de angustia y terror.
Llevamos
cuatro días sin dormir y ya no tenemos fuerzas para seguir
resistiendo. Pronto sucumbiremos y todo habrá terminado.
No
sé como, ni por qué ha podido sucedernos esto, pero parece como si
hubiéramos estado predestinados o hubiera estado preparado para
nosotros.
Si
alguna vez alguien lee esto, posiblemente esté también acabado y su
final será el mismo que el nuestro. Quien sabe cuanta gente ha
sucumbido aquí y cuanta será víctima del horror que se esconde en
este lugar maldito.
El
Horror. O mejor dicho, la esencia misma del horror, el material con
el que está hecho el miedo.
Aquí
todo está fabricado con ese material y uno acaba formando parte del
mismo. No sé que espantoso acontecimiento originó este sitio, pero
tuvo que haber sucedido hace eones, en una época en la que la Tierra
estuvo habitada por los antiguos dioses. Aquellos que con el
nacimiento de la humanidad regresaron al lugar del que procedían. Un
lugar fuera del espacio y del tiempo.
Tal
vez nosotros descendamos de ellos, pero aquí han permanecido en
estado natural, en estado puro, sin cambios, sin variaciones. En una
especie de oasis inter-temporal. Una especie de puerta entre su mundo
y el nuestro.
Y
cada vez son más. El número aumenta y nosotros acabaremos formando
parte de esta comunidad espectral, atrapados para toda la eternidad
en este submundo en miniatura. Y nuestro miedo es su alimento y su
esencia vital.
El
ultimo reducto, como lo llamamos nosotros, del que nada puede
escapar. Y aquí, solo la locura sobrevive al horror, alimentándose
mutuamente.
El
ultimo reducto del que se negaron a marchar.
Me
los imagino plegando el espacio y viajando por tortuosas y
fantasmagóricas sendas de mundo en mundo, de universo en universo y
finalmente colonizando el Todo.
Este
escrito no es en realidad para nadie. Es solo una especie de
ejercicio que me permite conservar las últimas volutas de cordura
que todavía quedan en mi mente, cada vez más difuminada, más
confundida con esta abominable e innombrable conciencia colectiva,
formando cada vez más parte de ella.
Solo
me queda capacidad para recordar los últimos cuatro días y
cómo llegamos hasta aquí.
En
realidad no existen caminos. Parece como si hubiéramos llegado hasta
esta casa desde todas partes a la vez, porque si miro a través de la
ventana no se ve más que el mismo paisaje alrededor. Una tierra
brutalmente estéril, donde no crece nada, ni siquiera una miserable
brizna de hierba.
Antigua.
Más antigua incluso que el Tiempo.
Una
tierra dura donde nunca luce el Sol. Donde el Cielo está cubierto
por una gran nuble plomiza, de la que de vez en cuando llueven almas
que son recibidas por lo que aquí habita con una gran desesperación.
Cuando caen, estas formas se retuercen y lloran como apenadas,
angustiadas.
Pero
lo peor de todo son las noches. Es como formar parte de una
pesadilla.
Entonces
salen de sus cubiles, rodean la casa, tratan de entrar. De apoderarse
de nuestras mentes y de nuestras conciencias. Se les ve deambulando
por cientos, deslizándose sobre el suelo, sin apenas mover las
piernas, sin rumbo fijo.
De
un lado para otro sin parar, despidiendo esa especie de luz fatua,
blanquecina y mortal.
Luego,
cuando la noche se va, desaparecen, regresan a sus grietas. Pero aquí
nunca es de día del todo, no existe el Sol, solo una claridad tenue
a la que hay que llamar día para diferenciarla de las horas de
actividad de estas criaturas. Aunque esta actividad se limite a un
mero vagabundear de un lado para otro.
Podríamos
aprovechar el día para intentar huir y alejarnos de aquí. Pero...
¿a dónde? Creo que si alguna vez ha existido un lugar llamado
Ninguna Parte, es verdaderamente este. Se nos haría de noche por el
camino y estos horrores caerían sobre nosotros antes de que
pudiéramos regresar y refugiarnos otra vez en la casa. Así pues...
¿qué esperanza nos queda? Solo podemos quedarnos aquí, resistir
hasta el final y luego iniciar un deambular eterno convertidos en
espectros y sumidos en el silencio.
El
Silencio...con mayúsculas. Estas formas parece como si quisieran
gritar, pero no pueden. Es como si existiera un vacío absoluto. Aquí
no existe el sonido, ni siquiera se oye el girar de la Tierra.
Nuestras voces suenan como si procedieran de algún lugar profundo,
más allá de nosotros mismos y se extinguen enseguida por este
silencio mortal. Un silencio que se puede tocar.
Ahora
vamos a descansar, saldremos, pasearemos alrededor de la casa y
trataremos de dormir un poco.
Extraño
también es que después de tres días y cuatro noches no hayamos
tenido ninguna sensación de hambre o de sed. Como si nos
estuviéramos alimentando sin saberlo de algo que no conocemos, ni
comprendemos. Tal vez de nuestra propia resignación.
Y
después volveremos a encerrarnos para pasar otra noche de horror,
que tal vez sea la última.
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