Némesis 1ª parte (borrador) febrero 2008




R.

E., R., A. y J., viajaban en coche por una carretera secundaria camino de Némesis.
Némesis, “la Venganza de los Dioses”. Un extraño nombre, para una extraña ciudad que no aparecía en ningún sitio, salvo en un extraño mapa de carreteras que R. obtuvo de una extraña manera.
Un día lo encontró en una estantería de la librería de su casa. Así, sin más. Cuando preguntó, nadie recordaba aquel mapa, ni como había llegado hasta la librería, pero allí estaba y R. lo abrió y lo observó.
Solo había dos ciudades en aquel mapa y una sola carretera. Una de las ciudades, era aquella en la que R. vivía, la otra era Némesis. Luego estaba aquella extraña toponimia: “Corriente de la Desolación”; que parecía indicar un río que no aparecía por ninguna parte, “Línea de la Profundidad”; que recorría el mapa de una parte a otra y que no  sabía a qué podría esta haciendo referencia, “Cima de la Nada”; que indicaba precisamente eso, nada, “Estación del Purgatorio”, “Mar de los dos Mundos”, “La Llanura de la Eterna Angustia”, “Casa de la Risa Rota”. Nombres que no señalaban absolutamente nada, ya que salvo la carretera y las dos ciudades no aparecía nada más en el mapa.
Y en medio de todos estos nombres, otro, escrito a mano, con una tinta de un color indefinido. Como blanco y negro a la vez, pero sin ser gris. R. nunca había visto antes ese color.
“El Valle de la Resignación”, y allí, en aquel lugar, estaba Némesis. Marcada con un circulo con un extraño símbolo dentro. Un pequeño ojo del que manaba una minúscula gota de sangre. Y de pronto R. se quedó mirando fijamente aquél símbolo, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y entonces, le vinieron a la mente apocalípticas imágenes de gente corriendo, gritando desesperada, aturdida bajo una especie de nubes ígneas de las que ocasionalmente descendían gigantescas lenguas de fuego que simplemente volatilizaban a aquellos desdichados. Y entre estas gentes que corrían enloquecidas, había unos seres extraños. Individuos altos, famélicos, sin rostro, que permanecían quietos como estatuas de mármol, con el dedo índice de una mano apuntando al cielo y con el de la otra mano señalándose el corazón.
Y de pronto R. creyó verse a sí mismo, en aquella imagen mental, gritando y llorando, mesándose los cabellos, tratando de salir de aquella pesadilla, mientras gimoteaba pidiendo ayuda.
En ese punto la imagen desapareció bruscamente y R. tuvo que retirar la vista del plano. 
Se descubrió paralizado como por una corriente eléctrica, pero poco a poco fue reaccionando de la tremenda impresión y a pesar de que la experiencia había sido monstruosa, comprendió que él y aquella visión estaban de alguna manera relacionados con aquel punto situado en medio del Valle de la Resignación. Y sin saber cómo, se sintió fuertemente atraído hacia Némesis.

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